lunes, 22 de febrero de 2010

Cuento de febrero


En un pueblo llamado la Lonja vivía una familia muy pobre. En Lonja había cuatro escuelas pero ninguno de los niños de aquella familia podía ir a alguna.
La familia estaba formada por cinco miembros. Juana, Edu y Manolo eran los niños y, Celia y Lolo sus padres.
Un día Juana enseño a su madre una vieja fábrica que había en el pueblo. Era oscura con los ladrillos caídos y envejecidos con el tiempo. Las antiguas vidrieras alegres y relucientes ahora estaban rotas y desparramadas por el suelo.
Entraron en el almacén y Juana condujo a Celia hasta una especie de compuerta.
Sus cabellos negros revoltosos y despeinados ondeaban al viento que entraba por las ventanas.
-¿A donde me llevas, Juana?- sus ojos pequeños y achinados, de un precioso color ámbar, miraban severos a su hija.
- ya verás, falta poco - dijo ella, satisfecha consigo misma.
Abrieron la trampilla y Juana dirigió a la mujer hasta una puerta de acebo carcomida por los insectos y termitas.
La abrió con decisión y sonrió mostrando una fila de dientes desiguales y amarillos
Dentro, se hallaban muchísimas cajas con cientos de bragas dentro. Pero no solo había bragas, había todo tipo de ropa interior femenina. Algunas eran verdaderas obras de arte
Celia estaba impresionada: rojas, con flores, amarillas, grandes, pequeñas tangas muy atrevido...
Pensó que con todo eso se podría hacer una tienda.
-¿Me has traído aquí por lo que creo que me has traído?
-Estoy segura que ganaras mucho dinero y podríamos mudarnos a otra casa, o mejor comprar una mucho mejor que la de ahora- Dijo Juana con aire soñador.
Madre e hija llevaron las cajas a casa y pensaron darle una sorpresa a su familia.
Manolo estaba duchándose cuando llegaron y Edu leyendo, como siempre. Ahora se estaba interesando por la literatura griega y tenía todo tiempo de obras de distintos autores, que nadie sabía de dónde había sacado.
Las dos chicas comentaros a la familia la idea y a todo les aprecio genial
Todo salió perfecto. Primero vendieron las bragas bonitas y los tangas rojos.
El problema vino cuando solo quedaban unas bragas enormes que parecía que estaban destinadas a las elefantas.
Para comprar más material y ampliar el negocio, necesitaban venderlas porque habían gastado todo el dinero en la escuela de los niños, promocionarse y ampliar su casa.
Así que, se les ocurrió una gran idea, por tres bragas inmensas, que servirían como paño de cocina, regalarían un libro de Edu (que seguro que tenía mucho más éxito)
La gente al ver las reliquias con el cartel ‘’ Por la compra de tres bragas regalamos un libro’’ se reía, pero luego aceptaba la oferta.
Consiguieron más bragas de las buenas y no volvieron a comprar las gigantes.
Su negocio iba muy bien y nunca más volvieron a pasar hambre gracias a la ropa interior de mujer de hacía mucho tiempo.