lunes, 14 de junio de 2010

CUENTO DE JUNIO


Era el año 1938. Federico estaba en plena guerra Civil y no sabía que sería de su vida.
Tenía diecinueve años, y era un chico tan atractivo que muchísimas mujeres le cortejaban e insinuaban que las pidiera matrimonio, pero él era un hombre de guerra, y aunque le hubiese encantado tener siete hijos y una buena esposa, prefería luchar contra los rojos.
En ese momento, cuando se planteaba su futuro, pensó en que quizás hubiese sido mejor casarse con Petra, una muchacha de dieciséis muy hermosa, con los cabellos dorados.
<< ¿Pero qué estoy diciendo?>> pensó Federico << la chica era una traidora a toda su familia, no se merecía un hombre como yo>>. Esas palabras le reconfortaron más que nada.
Pero justo en ese instante un camión paró su motor en la puerta de su casa.
Un hombre llamó a la puerta.
- Es la hora debemos irnos a Madrid, hay mucha resistencia. ¿Tienes todo?
-Sí. Estoy listo y ansioso ¿cuántas horas será ? - Dijo Federico desinteresado y nervioso al mismo tiempo, aunque el hombre no se percató.
-Pues…c reo que cinco, ya que tenemos que hacer escala en Ciudad Real. Hay que recoger a tu amigo Federico.
-Perfecto pues allá vamos.
Subieron al camión y Federico echó el último vistazo a su casa, blanca como la cal. Con una escalera exterior camuflada con las enredaderas.
No sabía que esa sería la última vez que la vería, ya que unos meses más tarde volvería como soldado consagrado, pero no encontraría ni rastro de su casa ni de su persona.
El viaje duró cuatro horas y media. El hombre que había llamado a Federico, contó a este que otro soldado le dijo que no estaría mucho tiempo. Que su familia tenía muchas influencias y no dejaría que muriese en el campo de batalla.
Federico no sabía si sentirse bien o no. Un sentimiento irracional le dijo que eso era como hacer trampas.
Seis meses después, la ciudad de Madrid estaba arrasada .El bando franquista había ganado, pero a un precio incalculable.
Toda la calle estaba llena de cadáveres sangrando, algunos en descomposición. El aire era putrefacto.
Hubo una gran fiesta en las calles, entre los muertos.
Los ganadores triunfando sobre las personas que no habían podido defenderse de verdad.
No se quedó a la fiesta .Fue andando por las calles y de repente se encontró el cadáver del hombre con el que había charlado hacía seis meses antes.
No podía ni imaginarse que había formado parte de esa masacre.
Se montó en un coche que tenía las llaves puestas, se secó el sudor de la frente retirándose su pelo negro e inició el viaje de vuelta a casa.
Cuando llegó no había nada. No quedaba ninguna cosa que delatase que él había vivido allí.
Se sentó sobre una roca y sacó el ABC .En él no había más que publicidad para Franco.
No buscó lo que encontraba, algo que le dijese que había pasado allí.
Entonces, con el traje manchado de la sangre de todas las personas que había matado, sacó una pistola y se suicidó, haciendo que la suya se fundiese con la otra.
Su último pensamiento fue que la guerra vuelve fanáticos a los hombres, pero a él le volvió loco.

sábado, 5 de junio de 2010

MIGUEL HERNANDEZ



Miguel Hernández Gilabert nació en Orihuela el 30 de octubre de 1910. La familia de Miguel estaba compuesta por el matrimonio, un niño, Vicente , y una niña, Elvira. El padre, Miguel Hernández Sánchez, se dedicaba a la crianza y pastoreo de ganado. Su madre, Concepción Gilabert Giner, se ocupaba de la casa. El matrimonio tuvo, en total, siete hijos, de los que sólo sobrevivieron cuatro: Vicente, Elvira, Miguel y Encarnación.
A los cuatros años del nacimiento de Miguel, su padre decide trasladar el hogar familiar a una casa más amplia, situada en la calle Arriba (actualmente Casa Museo). La infancia del poeta transcurre entre los juegos y el trabajo. Desde los siete años ayuda a su hermano Vicente en las tareas del pastoreo, aprendiendo de él este oficio.

Su padre consigue que le admitan en las Escuelas del Ave María, anexas al Colegio Santo Domingo. A la edad de nueve años se inicia el aprendizaje escolar de Miguel.

En el curso de 1924 se incorpora Miguel a las clases, donde también estudiaba Ramón Sijé, el que más tarde sería su gran amigo. Pronto destaca el interés de Miguel por la lectura y los estudios, consiguiendo excelentes calificaciones. En marzo de 1925 tiene que abandonar sus estudios en el Colegio Santo Domingo ante la crisis económica que atraviesa su familia.
Su padre le necesita para atender el ganado pero, pese a todo, él aprovecha sus horas de pastoreo en la sierra para seguir estudiando. Miguel se convierte en un asiduo visitante de la biblioteca de Luis Almarcha, sacerdote y canónigo de la catedral oriolana.
Allí descubre a los principales escritores clásicos de lengua española, así como traducciones de escritores griegos y latinos. En esta etapa también se siente atraido por el teatro. Lee con avidez la colección teatral "La Farsa" y junto con otros amigos forman un grupo teatral. Miguel representa diversos papeles en actuaciones realizadas en la Casa del Pueblo y en el Círculo Católico.

Muerte: En febrero de 1937 es destinado en Andalucía al "Altavoz del Frente". En marzo se casa con Josefina Manresa. Participa en el II Congreso Internacional de Intelectuales en Defensa de la Cultura, celebrado en Valencia. Realiza un viaje a la URSS, formando parte de una delegación española enviada por el Ministerio de Instrucción Pública, para asistir al V Festival de Teatro Soviético. Se publican Viento del Pueblo, Teatro en la guerra y El labrador de más aire. En diciembre nace su primer hijo, Manuel Ramón.
En otoño de 1938 muere su hijo y ello provoca una serie de poemas que anuncia en su libro Cancionero y romancero de ausencias. Escribe el drama Pastor de la muerte. Actúa como soldado, y como poeta, en diversos frentes.


En 1939 nace su segundo hijo, Manuel Miguel. En abril el general Franco declara concluida la guerra. Miguel intenta escaparse a Portugal, pero se lo impide la policía portuguesa y es entregado a la Guardia Civil fronteriza. Tras su paso por Huelva y Sevilla, en la prisión de Torrijos en Madrid, donde compone las famosas "Nanas de la cebolla". Puesto, inesperadamente, en libertad, es detenido de nuevo en Orihuela. En 1940 se le traslada a la prisión de la plaza de Conde de Toreno en Madrid. Es condenado a la pena de muerte.

Más tarde la condena es conmutada por la de 30 años de prisión. En septiembre, es trasladado a la prisión de Palencia y en noviembre, al penal de Ocaña.
En 1941 es trasladado al Reformatorio de Adultos de Alicante. Se manifiesta una grave afección pulmonar que se complica con tuberculosis.

En 1942 muere en la enfermería de la prisión alicantina y es enterrado en el cementerio de Nuestra Señora del Remedio de Alicante. Contaba, a su muerte, con 31 años de edad.

CUENTO DE MAYO



Se llamaba Darío. Era un hombre de 1’60, muy flaco, con pelo negro canoso y envejecido.
Tendría más o menos 50 años.
Llevaba puesta una camisa azul, rota, de la que no se había desprendido desde los 30 años, y unos pantalones negros manchados de polvo.
Su única compañía eran un perro marrón claro que le había acompañado desde hacía ya 15 años y un gato blanco como la nieve.
Se ponían todos los días , a las tres, a pedir en el metro.
Ganaba unos 20 euros al día, como mucho,pero para él era más que suficiente.
Al caer la noche se iban debajo de un puente, detrás de unos matorrales muy frondosos, de un verde intenso.
Él, no consumía droga, algo raro después de tantos años en las calles, pero si bebía mucho para calentarse y olvidarse del frio.
Un día Darío se situaba en el metro pidiendo limosna cuando unos hombres se le acercaron.
Le preguntaron que si alguna vez había estudiado algo, el dijo que no pero que siempre soñó con ser profesor.
Los señores le contestaron que eso estaba bien.
Asintió con la cabeza a los demás y empezó a decir, con voz alegre que estaba creando una ciudad en el que las personas como el tuvieron una oportunidad de empezar de cero.
Darío se sorprendió mucho y se empezó a reír.
Ellos le miraban muy seriamente.
Después, Darío al ver que no era broma, pregunto que tenía que dar a cambio.
-¿A Cambio? Debes ayudarnos eso es todo, tu buena voluntad hará lo demás… - sonrío un hombre castaño.
-Aprenderás a ser un buen profesor...ya verás

-Creo que soy capaz…Muchas gracias por confiar en mí, de verdad.

Bueno, ya somos mucha gente, cuantos más mejor - Sus ojos, brillaban de forma maliciosa, aunque Darío no se dio cuenta.

El hombre fue llevado en coche al lugar. Era la ciudad más hermosa que había visto... Le recordaba a Italia. A Marsella... una ciudad que había visitado en su juventud y él había dejado una profunda huella
Dos meses más tarde la gran ciudad fue poblada con gente de todo tipo, como Darío.

El vagabundo se preguntó como habían conseguido aquello y cuando dinero tendría que haber hecho falta.
La ciudad tuvo mucho éxito, lejos de cualquier maldad del mundo exterior. Era un gran refugio para todas las personas.
Darío vivió el período más feliz de su vida, y nunca jamás volvió a pasar hambre.



-¿Vuelve a delirar?-pregunto un hombre
-Sí, creo que los fármacos no le sientas muy bien… a lo mejor le hemos dado demasiados en un día - el hombre moreno rio a carcajadas.
-Ya se recuperará. Nadie preguntará por él.

Darío escuchó levemente lo que estaban hablando, y volvió a sumirse en su sueño eterno, en su ciudad perfecta, en la ciudad de los sueños.